Te ofrecemos nuestro conocimiento como profesionales, nuestra experiencia como deportistas y nuestra dedicación como docentes para que formes parte en alguna de las modalidades de entrenamiento de El grupo y puedas cumplir las metas que te proponés alcanzar.
Entrenamiento a través de:
- Planes a distancia, con seguimiento vía mail (consultar).
- Entrenamiento personalizado con planificación y seguimiento personalizado (acordar horarios con el profesor/entrenador).
- Entrenamiento en grupos reducidos, con planificación personalizada.
- Entrenamiento en los circuitos Adidas: Palermo 1 y Palermo 2.
Las planificaciones están orientadas al objetivo personal de cada alumno, pudiendo ser éste de índole competitivo o puramente recreativo. Nos dedicamos al entrenamiento para carreras de calle, maratón, aventura, triatlón y pruebas combinadas. También programamos salidas de entrenamiento grupales y viajes a carreras en conjunto.
Por otro lado, al formar parte de El grupo, podrás contar con descuentos y beneficios de nuestros sponsors que figuran a la derecha.


HORARIOS Y LUGARES:
Lunes:
-Natación: contactarse vía mail por lugar y horario.
-Pedestrismo: Circuito Adidas Running Palermo 2 (Rosedal de Palermo: km 0, 19.30 hs, Alejandro)
Martes:
-Natación: contactarse vía mail por lugar y horario.
-Ciclismo: Circuito KDT (9.00 hs, Alejandro)
-Pedestrismo: Circuito Adidas Running Palermo 1 (Lago del Golf de Palermo, frente a la confitería: 19.00 hs, Marina)
Miércoles:
-Pedestrismo: Rosedal de Palermo Km 0 (8.00hs, Alejandro) // Circuito Adidas Running Palermo 2 (19.30 hs, Alejandro)
Jueves:
-Natación: contactarse vía mail por lugar y horario.
-Ciclismo: Circuito KDT (acordar horario)
-Pedestrismo: Circuito Adidas Running Palermo 1 (19.00 hs, Marina)
Viernes:
-Natación: contactarse vía mail por lugar y horario.
-Pedestrismo: Rosedal de Palermo Km.0 (19.00 hs)
Sábado:
-Pedestrismo: Adidas Urban Gym
-Ciclismo: Circuito KDT o salida de MTB (11.30 hs aprox.)
Domingo:
- Fondo Largo de Ciclismo y Pedestrismo. (a convenir)

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CRÓNICAS:

miércoles, 15 de octubre de 2008

Crónica de la Maratón de Bs. As. '08 (por Lucas Savignano)

Me piden una crónica de la Maratón. Aviso que me resultará inevitable no llenar de guirnaldas a mi entrenadora (que algo tiene que ver con este blog...), y que tengo serios inconvenientes a la hora de resumir. Me dicen que lo haga igual, aunque con reparos.
Lo intentaré.
No puedo escribir sobre la Maratón que se corrió el domingo pensando que la carrera comenzó ese mismo día a las 7:30. No fue así.
Ciertamente, una Maratón comienza mucho antes, cuando uno se decide y da el primer paso apuntando a ese objetivo. Pero en mi caso, más allá de que fue así, creo que la carrera largó hace unos 40 días, cuando, uno a uno, fueron apareciendo una serie de inconvenientes físicos que me tuvieron, redondamente, a mal traer. Tendinitis en el tibial anterior, luego en el tendón de Aquiles, y finalmente en el de la fascia lata. Visitas al traumatólogo, a magnetoterapia, a la kinesióloga, analgésicos, cremas, hielo, infiltraciones: intenté todo, absolutamente todo lo que me recomendaron.
Tantas lesiones, además de tirarme abajo, no hicieron más que complicarme seriamente los entrenamientos: en este último mes casi que nunca logré entrenar dos días seguidos. Inclusive tuve que cortar un par de ellos antes de completar el trabajo. La cosa no marchaba, la cabeza se cerraba.
Releo lo escrito y pienso en borrarlo, por el tono dramático, sufrido que tiene. No lo haré: eso ha sido esta Maratón para mi. Un sufrimiento.
Dos semanas antes de la competencia no tuve más remedio que modificar el objetivo inicial. Aquella marca soñada, las 2:55, tenía que archivarse para más adelante. Definitivamente no estaba apto para lograrlo. Por eso es que la idea de bajar las 3 horas me hizo sentir un poco más capacitado, aunque sabía que igualmente iba a costar.
Y sí, claro que sí: costó, y costó mucho.
Durante los primeros kilómetros, en la autopista, las molestias que me venían acompañando no aparecían. Estaban por ahí, entre tanta subida y bajada mis tendones me avisaban que quizá en algún momento se iban a sentir incómodos.
Ya en plena ciudad, llegando al Obelisco, me mostraron que ahí estaban. Desde ese punto hasta el final los dolores en la zona de la rodilla fueron aumentando, hasta hacerse por momentos insoportables.
Tuve la gigantesca fortuna de ser acompañado, desde el km 15, por Marina. Intentaré no irme por las ramas porque sé que no le gustan los piropos, pero estoy convencido de que si no hubiese sido por ella haber llegado a la meta hubiese resultado casi imposible.
Estuvo ahí siempre, apoyando, empujando, haciendo lo posible porque me distrajera y no pensara en los dolores, en motivarme por como venían saliendo las cosas. No tengo dudas: fue fundamental.
Y no sólo en la carrera. En los meses previos, con su preocupación porque las cosas salieran bien en el entrenamiento, y en el último, sobre todo, donde no sólo fue entrenadora sino casi que también psicóloga, diciendo las palabras justas, intentando organizar la cabeza de éste que un día pensaba en largar todo, y al siguiente se volvía a motivar.
La carrera, es cierto, estábamos en la carrera. A partir del 30 fue donde el sufrimiento se acopló a cada pisada. Kilómetro a kilómetro el desafío era sentirse cómodo, hacer lo posible para que la rodilla no molestara tanto. A veces lo lograba, otras era insoportable.
Mientras, iba viendo el reloj y creía que podía lograrlo. Aquel objetivo de las 2:59, de mantener el ritmo, estaba cerca.
Fue en la zona de la Costanera donde, además de luchar contra los dolores, tuve que empezar a pelear contra mi cabeza, que no pensaba en otra cosa que en llegar y descansar. Recordaba lo que antes de largar había hablado con Ramiro, Juan y Diego (todos debutantes), y que les había dicho que apenas aparecieran esos pensamientos, se los sacaran de la cabeza. Entonces, claro, no podía yo permitirme esa licencia.
Y dolía, no el cuerpo, no las piernas, sino la rodilla. Pero encontraba motivaciones. Por un lado, pensar en que esos últimos kilómetros eran pequeñas carreras hasta la próxima marcación. Por otro, veía la cantidad de corredores que iban bajando el ritmo y sabía que no podía hacerlo. Y la otra gran motivación era Marina, que para alivianarme mentalmente me marcaba metafóricamente los kms faltantes como vueltas al Lago (donde entrenamos habitualmente). Eso estaba bueno, servía.
Saún, aprovecho para disculparme por lo poco comunicativo que creo que estuve en esa última etapa, pero te juro que ya no podía más.
Y entramos en Ciudad Universitaria, y ella que me empujaba porque ya se notaba que me estaba viniendo abajo (lo que costaba cerrar cada kilómetro al mirar el reloj...). Pero cuando uno entra en esa zona sabe que ya no puede abandonar. Si antes no lo había hecho, menos lo haría ahí.
Y la recta de la colectora de Lugones. Y la lluvia, ¡no hablé de la lluvia!, que nos acompañó toda la carrera. No hubo momento en el que no lloviera. Todo se hacía muy difícil, muy sufrido, así tenía que ser, estaba escrito vaya uno a saber donde.
A partir de ahí la señora entrenadora se puso bien enérgica. No paró de empujarme, de tratar de levantarme. Se notaba: no podía más. El último mes de complicaciones y pocos entrenamientos pasaba su factura.
Y el último giro, y la gente agolpada en esa esquina, y el banderillero o lo que fuera que escucho que le dice a Marina que "las bicicletas van por la vereda". Y giré, desesperado por encontrar la palabra más deseada. Eran como 200 o 300 metros. Cada vez más gente al costado. Miré el reloj y faltando esa distancia me marcaba 2:58:04. Lo estaba logrando. No necesitaba acelerar más el paso. Lo iba a lograr.
Y el griterío. Y escuchar que desde afuera me regalan un "¡vamos Luquitas!" (miles de gracias Fer, Lili y Mary), y llegar, y llegar, y llegar, carajo, llegar, y ver que el reloj marcaba 2:58:36. Lo había hecho, lo había hecho, había logrado el objetivo, fusilado, muerto por los dolores, pero feliz. Esa es la palabra: feliz.
Me tomé dos Gatorade en 25 segundos, más o menos, y me puse a buscar a Marina. Quería tener la foto que no había podido tener el año pasado con mi entrenadora. Allá venía, por ese angosto pasillo. Le dí un abrazo lleno de agradecimiento. No encontraba la forma de explicarle lo fundamental que había sido en ese logro que tanto me había costado.
Aún ahora lo pienso y no lo creo.
Sí, no lo niego. La sufrí, la pasé mal, casi que no disfruté la carrera. Sólo quería llegar, pensaba en abandonar, quería tirarme y que me hicieran masajes cuanto antes en el tendón, sentía que me iba a reventar.
Pero llegué. Llegué. Bajé 8 minutos el tiempo hecho el año pasado. ¿Cómo no alegrarme?
La felicidad y la emoción que tengo ahora mismo me garantizan que valió la pena, aunque hoy, a tres días, mi tendón me avise que para volver a caminar bien tendré que hacer buena letra.



Correr una Maratón es la experiencia más linda que puede vivir un corredor, eso lo sabía desde el año pasado.
Correr una Maratón y lograr el objetivo teniendo la certeza de que se dejó todo e inclusive un poquito más es lo más lindo que me ha pasado en estos dos años de entrenamientos y carreras.
Gracias Marina, miles y miles de gracias: sin todos los conocimientos que me ofreciste, sin todo tu apoyo, sin todas tus palabras, esto hubiese sido imposible.

1 comentario:

AnnieR dijo...

Luqui Felicitaciones !!!, a vos Mary tambien porque sin entrenadora y rutina no es facil llegar a las metas que nos proponemos, al menos todo esto queda demostrado, uno pone el cuerpo y ud Sra la logistica, en fin Congrulation a todos los que acompañaron tambien en esta Maraton.
Besos !!!
Annie.