Testimonio (por Ciro Morello)

Detesto correr. Si por mí fuera, el deporte comenzaría y terminaría con un barrenador de telgopor y un día de buenas olas, hace mucho, mucho tiempo. Cuando pienso en correr me siento como un jockey del hipódromo a quien le piden que recorra los dos mil cuatrocientos metros del premio Pellegrini, a pie, en un día de lluvia. Pero corro. Corro porque probablemente tengo una visión distorsionada de lo que es correr.Correr para mí es un combate. Y cuando corro, más que ver una cantidad de atletas intentando superarse unos a otros, o superar una marca propia, lo que veo es una cantidad de hombres y mujeres discutiendo acaloradamente con algún fantasma que llevan dentro suyo. La pachorra, el miedo a volar, la debilidad, las cotizaciones, los matrimonios, las recaídas, los excesos, el fin de mes, las fiestas, las nadas, el vecino que no baja la música o la vecina que no entrega lo que tendría que entregar. Cada uno con el suyo. Muy personales, muy genuinos, muy insondables, muy fantasmas.Y me parece genial. Tan genial, que hago lo que más trabajo me cuesta: me pongo las zapatillas, mi fantasma, y salgo.

C.M.