Un breve relato de uno de nuestros alumnos activó esta idea. Eso, sumado a los sucesivos días de bajas temperaturas que azotan Bs. As. últimamente. Recordé lo que es entrenar en invierno, con entumecimiento, tiritando, con sudor frío, con viento, sin gente, a oscuras, con mucha ropa, con ganas de no estar ahí, etc. Sí, es verdad, soy una de las que detestan el frío y sé que no es el caso de todos pero sí que hay que concentrarse más en el objetivo planificado y en la gratificación del después para no claudicar durante y para no desistir antes de empezar. Así que se me ocurrió presentar los testimonios (experiencias, pensamientos, recuerdos) de algunos alumnos de El Grupo para que pudieran leerse, reflejarse en otros y motivarse a sí mismos.
Así que, a calzarse los largos, los guantes... y a enfrentar la fresca!!
"Te cuento que ayer miércoles, luego de la gran tormenta del martes a las 8.30hs, estaba trotando por Palermo. Lo tomé como un día más de entrenamiento, a pesar de ser consciente del frío y del viento. Cuando comencé a calentar (creo que nunca lo logré) me dolía todo, el frío me calaba los huesos y las articulaciones; pero de todos modos, al finalizar, me sentí bien. No tanto por el logro del entrenamiento, que en realidad fue menos que el que debía hacer, pero está la gratificación personal, a mi modo de entender y vivenciar, que es la capacidad de superación ante las adversidades. Es una de las bondades del deporte, más allá de los logros físicos. "
Adriana D’ Addario
"Dos anécdotas que me acuerdo preparando la Maratón de Rosario:
Viernes 29/5, 19.30hs, 3 grados de sensación térmica: Con Ale ausente con aviso por mudanza (y si no hubiera avisado da lo mismo porque los viernes se queda de onda) y con María B. lesionada descansando en casa (la nombro a María porque es la que nos hace el aguante generalmente), apareció Laura y su vehículo para que los que habíamos concurrido a entrenar, pudiéramos hacer el laburo, al tener un lugar donde dejar las cosas. El viernes nos tocaban 18 Km. de trabajo y le ofrecimos a Laura que se llevara nuestras mochilas a su casa, dada la duración de nuestra rutina, y luego pasábamos a retirarlas. Conclusión: no sólo nos esperó ella haciendo tiempo en Café Martínez con Anita, Lauta y Rami, sino que además nos alcanzó hasta la parada (aclaro que ya eran pasadas las 21.30, y los pingüinos circulaban por Libertador del frío que hacía). Mismo viernes, misma hora: Empezamos a correr con Lili y sentimos unos pasos acercándose, acompañados de una frecuencia respiratoria muy peculiar (los que corren con él saben a lo que me refiero, por algo es nuestro "crazy horse"). Era nuestro Psiquiatra de cabecera, que se bancó casi 10 de los 18 km corriendo a nuestro ritmo y no contento con ello, luego de despedirse, apareció a la salida de una curva en su bici para seguir acompañándonos tres o cuatro km. más, sin palabras."
"El día del fondo de 3hs en que no tuvimos mejor idea que hacerlo al lado del río, con una Sudestada que nos cortaba la cara, y la pregunta clásica ¿quién me manda? y la respuesta, clásica también, seguir corriendo hasta que se cumpla con el trabajo establecido.
La Lugones, Parque de los niños, el Paseo de la Costa en Vicente López y la bicisenda del tren de la costa hasta San Isidro, nos vieron pasar flameando, pero es verdad también que a la vuelta, empachados de viento helado volvimos hasta Geba por Libertador. Y es siempre la misma sensación la del final, cuando entrenaste dando lo mejor, esa dulzura de endorfinas que te dejan con la certeza del deber cumplido y ahí ya no importa el frío ni las contracturas. Se disfuta más la sesión de estiramiento con los compañeros de aventura, aunque esa vuelta nos dió una mano grande Elvi, que nos hizo pasar a Newbery para poder sacarnos la ropa mojada. "
Julio Gelmini
"Esos son los entrenamientos de la "hora de la verdad". Los momentos anteriores al entrenamiento son mortales: "Pucha, hace frío, voy, no voy, bueh sí, voy, pero me tengo que abrigar. ¿Que me pongo para aguantar el frío pero tampoco cocinarme? ¿Dos remeras? ¿Remera y buzo? ¿Calzas largas o shortcito?" Y una vez que decidiste todo esto, ahí sí la hora de la verdad. Empezás a correr pensando en el entrenamiento de ese día, pero a medida que empezás a correr ni sabés si lo terminás. Al principio, frío, nariz húmeda, entumecido. Pero pasados los 10 ó 20 minutos críticos de "entrada en calor" todo vuelve a la normalidad: tantos metros en tanto tiempo con tantas repeticiones y todo bien. Al final, un poco de trote suave para volver a la normalidad y llegar a destino sin olvidarse de estirar en un lugar al resguardo del frío. Y lo mejor de todo entrenamiento: una buena ducha caliente donde al final reflexionás que el entrenamiento valió la pena, que el frío es sólo un detalle que podemos vencer simplemente con las ganas (¿o demencia?) que tenemos de correr."
Adriana D’ Addario
"Dos anécdotas que me acuerdo preparando la Maratón de Rosario:
Viernes 29/5, 19.30hs, 3 grados de sensación térmica: Con Ale ausente con aviso por mudanza (y si no hubiera avisado da lo mismo porque los viernes se queda de onda) y con María B. lesionada descansando en casa (la nombro a María porque es la que nos hace el aguante generalmente), apareció Laura y su vehículo para que los que habíamos concurrido a entrenar, pudiéramos hacer el laburo, al tener un lugar donde dejar las cosas. El viernes nos tocaban 18 Km. de trabajo y le ofrecimos a Laura que se llevara nuestras mochilas a su casa, dada la duración de nuestra rutina, y luego pasábamos a retirarlas. Conclusión: no sólo nos esperó ella haciendo tiempo en Café Martínez con Anita, Lauta y Rami, sino que además nos alcanzó hasta la parada (aclaro que ya eran pasadas las 21.30, y los pingüinos circulaban por Libertador del frío que hacía). Mismo viernes, misma hora: Empezamos a correr con Lili y sentimos unos pasos acercándose, acompañados de una frecuencia respiratoria muy peculiar (los que corren con él saben a lo que me refiero, por algo es nuestro "crazy horse"). Era nuestro Psiquiatra de cabecera, que se bancó casi 10 de los 18 km corriendo a nuestro ritmo y no contento con ello, luego de despedirse, apareció a la salida de una curva en su bici para seguir acompañándonos tres o cuatro km. más, sin palabras."
"El día del fondo de 3hs en que no tuvimos mejor idea que hacerlo al lado del río, con una Sudestada que nos cortaba la cara, y la pregunta clásica ¿quién me manda? y la respuesta, clásica también, seguir corriendo hasta que se cumpla con el trabajo establecido.
La Lugones, Parque de los niños, el Paseo de la Costa en Vicente López y la bicisenda del tren de la costa hasta San Isidro, nos vieron pasar flameando, pero es verdad también que a la vuelta, empachados de viento helado volvimos hasta Geba por Libertador. Y es siempre la misma sensación la del final, cuando entrenaste dando lo mejor, esa dulzura de endorfinas que te dejan con la certeza del deber cumplido y ahí ya no importa el frío ni las contracturas. Se disfuta más la sesión de estiramiento con los compañeros de aventura, aunque esa vuelta nos dió una mano grande Elvi, que nos hizo pasar a Newbery para poder sacarnos la ropa mojada. "
Julio Gelmini
"Esos son los entrenamientos de la "hora de la verdad". Los momentos anteriores al entrenamiento son mortales: "Pucha, hace frío, voy, no voy, bueh sí, voy, pero me tengo que abrigar. ¿Que me pongo para aguantar el frío pero tampoco cocinarme? ¿Dos remeras? ¿Remera y buzo? ¿Calzas largas o shortcito?" Y una vez que decidiste todo esto, ahí sí la hora de la verdad. Empezás a correr pensando en el entrenamiento de ese día, pero a medida que empezás a correr ni sabés si lo terminás. Al principio, frío, nariz húmeda, entumecido. Pero pasados los 10 ó 20 minutos críticos de "entrada en calor" todo vuelve a la normalidad: tantos metros en tanto tiempo con tantas repeticiones y todo bien. Al final, un poco de trote suave para volver a la normalidad y llegar a destino sin olvidarse de estirar en un lugar al resguardo del frío. Y lo mejor de todo entrenamiento: una buena ducha caliente donde al final reflexionás que el entrenamiento valió la pena, que el frío es sólo un detalle que podemos vencer simplemente con las ganas (¿o demencia?) que tenemos de correr."
Fernando López.
"El invierno que más recuerdo fue el primero con Adidas, allá por el 2007. Fue durísimo porque nunca había entrenado con temperaturas tan bajas, y mis "pilchas" no era muy adecuadas (las de ahora mas o menos ja). A decir verdad, prefiero el invierno al verano... tanto para entrenar como para correr; el frío me da como más ganas de correr, no sé si es por motivación propia, desafío de entrenar con adversidad, para probarme a mí mismo, o un poco de todo, pero el cansancio se siente menos... Aunque este invierno, y particularmente estas dos últimas semanas, hemos sido un tanto locos, héroes y dementes, entrenando con temperaturas bajas, vientos fuertes y algunas lloviznas por ahí. Pero como te comentaba anteriormente, este clima es motivador total, al menos en mi caso, para calzarme el traje de running y corretear por ahí."
"En lo personal, correr casi siempre es un reto que me obliga a querer dar más y superarme en cada kilómetro que completo y a cada paso que doy. Sin embargo, esto no termina ahí; mejor dicho, recién empieza porque en invierno, cuando las temperaturas son excesivamente bajas, se hace más difícil. Calzarse las zapatillas, los guantes, los múltiples buzos y cualquier otro abrigo para enfrentar esas temperaturas no es nada fácil pero saber que estás haciendo el esfuerzo tiene sus recompensas. Luchar con tus ganas de estar en tu casa al resguardo del frío, la ducha caliente y reconfortante después del entrenamiento o, como la frutilla del postre, sentir que lo LOGRASTE hacen que uno al final ni se acuerde del trabajo que le costó arrancar. Ahí radica lo estimulante del desafío: poder decir “Lo hice” a pesar de todo: del frío, del viento, del cansancio o, inclusive, de mí misma. El esfuerzo es grande, la satisfacción de querer y PODER, mucho más."
María Dolores Seoane.
"Recuerdo especialmente un día de Julio de 2007. Sí, el mismo año en que nevó
en Buenos Aires. Hubo un día previo muy pero muy frío de un invierno que fue
particularmente largo ( el día de la maratón en noviembre hizo 0º). Ese día no
recuerdo cuántos, pero tenía que correr muchos kilometros y al mediodía se
descargó una tormenta impresionante. A la noche, entre el frío y la inundación,
sólo mi compañero de entrenamiento y yo estabamos en el Rosedal. Nadie más.
Ni siquiera mi entrenador, que 4 años antes me había dicho "Cuanto más duro
es el entrenamiento por las condiciones, tanto mejor". Se ve que ese día fue un
límite para él porque se quedó mateando o mirando películas de surf. Fueron
dos horas corriendo entre charcos con mucho viento, frío y casi sin luz. Recuerdo
perfectamente que decidimos correr la vuelta cada uno en sentido diferente. No
sé por qué hicimos esto pero dos veces por vuelta nos cruzábamos y nos
chocábamos las manos heladas y sabíamos que al menos alguien más era testigo
de la propia "insanía". En la actividad solitaria del corredor estos
momentos nos marcan, nos dicen si vamos a poder o no. Había, seguramente,
mil cosas mejores para hacer esa noche y elegimos correr en esas condiciones.
¿Por qué? Porque en realidad no sufrí ... lo disfrutaba cuanto más duro era,
una de esas cosas inexplicables para los que no corren o para los que corren sin
pasión. No sé si lo volvería a hacer pero seguramente no me voy a olvidar nunca
de la sensación que tuve cuando terminamos ese entrenamiento. Ese día supe
que podía y aún hoy me emociona".
en Buenos Aires. Hubo un día previo muy pero muy frío de un invierno que fue
particularmente largo ( el día de la maratón en noviembre hizo 0º). Ese día no
recuerdo cuántos, pero tenía que correr muchos kilometros y al mediodía se
descargó una tormenta impresionante. A la noche, entre el frío y la inundación,
sólo mi compañero de entrenamiento y yo estabamos en el Rosedal. Nadie más.
Ni siquiera mi entrenador, que 4 años antes me había dicho "Cuanto más duro
es el entrenamiento por las condiciones, tanto mejor". Se ve que ese día fue un
límite para él porque se quedó mateando o mirando películas de surf. Fueron
dos horas corriendo entre charcos con mucho viento, frío y casi sin luz. Recuerdo
perfectamente que decidimos correr la vuelta cada uno en sentido diferente. No
sé por qué hicimos esto pero dos veces por vuelta nos cruzábamos y nos
chocábamos las manos heladas y sabíamos que al menos alguien más era testigo
de la propia "insanía". En la actividad solitaria del corredor estos
momentos nos marcan, nos dicen si vamos a poder o no. Había, seguramente,
mil cosas mejores para hacer esa noche y elegimos correr en esas condiciones.
¿Por qué? Porque en realidad no sufrí ... lo disfrutaba cuanto más duro era,
una de esas cosas inexplicables para los que no corren o para los que corren sin
pasión. No sé si lo volvería a hacer pero seguramente no me voy a olvidar nunca
de la sensación que tuve cuando terminamos ese entrenamiento. Ese día supe
que podía y aún hoy me emociona".
Daniel Larraona.
"Cero de térmica (Miércoles 22/07/09)
Llegué a casa. Me puse los cortos. Agarré las zapatillas. Mi vieja pasó y casi extrañada me preguntó si realmente iba a ir a correr. "- Ya descansé demasiado estos últimos dos meses. El clima no decidirá por mí ", respondí como si fuese la estrella de una película. Me puse una remera de mangas largas. Otra de mangas cortas arriba. Sumé la camperita. Agarré el gorro. Los guantes. Me calcé el reloj. Y gané la puerta. El Rosedal me esperaba. Los 5 Km. que me separaban hasta allá fueron por lo menos incómodos. Entre la llovizna, el viento y el tremendo frío costaba mucho entrar en ritmo. Y a eso se le sumaba un cráneo que sólo piensa en un tendón, mientras ese tendón no piensa en nada más y se burla de todos. Cuatro. Cuatro corredores entrenando en el sitio comentado. Nadie más. Nunca ví tan poca gente ahí. Apenas si pasaba gente que volvía de su trabajo y tal. Nadie. Un desconocido, Luiggi y Aldana (para quienes los conocen) compartían con este que ya entrado en temperatura escribe. Entre pasada y pasada compartíamos charlas, aunque las caras ya no nos pertenecían: se hacía complicado poder hablar por la dureza de los rostros. Nunca pero nunca sufrí tanto un entrenamiento por culpa del clima. Jamás. Había momentos en los que el viento te hacía muy difícil poder avanzar. Y el frío... Y sentir que las manos, los dedos más específicamente, ya casi que dejaban de irrigar. Y no exagero. Aldana calculaba su última pasada para terminar en dirección a su domicilio. Luiggi me repitió: "- ¡Somos unos boludos! Qué carajo hacemos acá!". Como ambos estamos comenzando a preparar la Maratón de octubre, le propuse un trato: ese día, el 11, durante la carrera, tendrá que acordarse de lo insoportable que fue entrenar hoy. Ponerle corazón, de eso se trata esto... y todo lo demás también, ¿no? (hay lecciones que aún no logro aprender)."
Lucas Savignano
7 comentarios:
Muy buena idea El Grupo volcar estos pensamientos en voz alta en el blog!!!
Yo no puedo hablar mucho por mi irregularidad manifiesta, pero haber ido el jueves con el frío que hacía es una batalla ganada, una pequeña, pero batalla al fin que te hace sentir "especial". A lo mejor no vas un día que hacen 10º, pero ganarle al frío y a todos los pensamientos funestos que se te cruzan es vigorizante.!!!
Che pero quedó excelente!
Buena idea, Saún-Terzo, la de recopilar experiencias.
Ahora bien, el enmascarado de la foto es el Don, no? Que lookeado estaba!
tuve que ampliar la foto, para verificar que era él. De lejos parece depilado hasta de cejas.
epa epa, pará!! qué va a decir Terzo? Sí, es él, pero acaso no se re- nota?? Es en la XK de Tafí del Valle del 2007, no saben la fresca que hacía...!!! brrrr
si se nota , pero viste que a veces las parejas se mimetizan, entonces amplie la foto y al ver las cejas me di cuenta que no eras vos jajajaj .
No hay duda que fue una buena elección compartir las experiencias. Podemos sentirnos reflejados en cada una de ellas.
qué grande Dany!! haciendo su aporte debut en el blog!!!
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